Bajamos del autobús no mucho después de 5 minutos de haber subido. La calle no estaba asfaltada; entramos en una casa baja con un patio. La casa se veía limpia, cuidada.5 Allí estábamos, por fin; en la casa de Mundiadopta y en unos segundos, al fin abrazariamos a Míheret. Todas las familias nos quedamos en el patio. Por allí estaban Teshe, Gebbeo y Feyissa (un etiope-cubano) que trabaja para Mundi aquí en Madrid. Nos dijeron que los niños irían saliendo de uno en uno al patio para conocerlos. En primer lugar le tocó el turno a un niño mayorcito que habían ido a recoger sus padres y su hermano. Cuando el niño salió fue emocionante porque corrió a abrazarse con su hermano. Le habían enseñado fotos de su nueva familia y lo reconoció rápidamente. Los padres se emocionaron muchísimo al ver cómo se abrazaban. Los demás también nos emocionamos, y desde ese momento se abrió, para Javi y para mí, el tarro de las emociones contenidas durante tantos días. Yo ya empecé a llorar. Poco a poco fueron saliendo otro par de niños, y ya dijeron:
"¿Los papás de Míheret?" Nosotros nos adelantamos y sacaron un bebé, y Javi dijo ahí está; pero rápidamente yo supe que no era Míheret. Efectivamente era el bebé de otra de las familias. Detrás iba nuestra princesa. Llevaba un chandal rosa de Winnie the Poo, con el gorro puesto y unos calcetines rojos. Cuando nos la entregaron yo no podía dejar de llorar. Por fin, después de tanto sufrimiento, de tantos meses de espera, de tantas lágrimas.. Por fin, la abrazábamos, la olíamos, la besábamos... Es indescriptible. Ella se dejó hacer, nos miraba alucinada y sonreía. Tenía muy poquito pelo y estaba redondita. Se la notaba bien cuidada. Eso nos tranquilizó ya que vimos que había estado bien todo el tiempo que nos había estado esperando. Que el sufrimiento de los 4 meses que habíamos tardado en ir a por ella, solo había sido nuestro ya que ella había estado bien. Cuando cada familia tuvimos a nuestro peque pasamos a una sala donde tomamos café y palomitas, y donde alguno de los bebés se fue tranquilizando, ya que no quería separarse de sus cuidadores. Míheret seguía mirando todo con los ojos como platos y nosotros estábamos alucinados. Ya, por fin, estaba con nosotros. Hoy, a estas horas, más o menos; hace tres años de este día y puedo contarlo sin hacer ningún esfuerzo de memoria; y me sigo emocionando al recordarlo. Mucho de lo que vino después ya lo conocéis, está por aquí; pero todavía quedan cosillas que contar, sensaciones, sentimientos... y sobre todo queda contar el presente. Ese presente que adquiere sentido gracias a ella y que comparto con vosotros de mil amores.